fbpx
side-area-logo

Escuela Gratuita de Tarot Iniciático

LA VOZ DEL TAROT

A continuación puedes ver el ejercicio realizado por Alejandro Jodorowsky en la Escuela Gratuita de Tarot Iniciático, que transmite por su canal Facebook.


Y SI ARCANO XIII HABLARA

«Si te das prisa, me alcanzarás. Si frenas, te alcanzaré. Si andas tranquilamente, te acompañaré. Si te pones a girar, danzaré contigo. Ya que nuestro encuentro es inevitable, ¡hazme frente ahora mismo!
Soy tu sombra interior, la que ríe detrás de la ilusión que llamas realidad. Paciente como una araña, engastada como una joya en cada uno de tus instantes, compartes tu vida conmigo; si te niegas a ello, no vivirás en la verdad. Ya puedes huir al otro extremo del mundo, que yo siempre estaré a tu lado. Desde que naciste, soy la madre que no deja de darte a luz. ¡Alégrate entonces! Sólo cuando me concibes la vida cobra sentido. El insensato que no me reconoce se aferra a las cosas sin ver que todas me pertenecen. No hay ninguna que no lleve mi sello. Permanente impermanencia, soy el secreto de los sabios: ellos saben que sólo pueden avanzar por mi camino.
Los que me asimilan se vuelven poderosos. Los que me niegan, tratando en vano de huir de mí, pierden las delicias de lo efímero: son sin saber ser. Agonizan sin saber vivir.
Los niños no me imaginan. Si pudieran hacerlo, dejarían de ser niños, pues soy el final de la infancia. Quien me encuentra en su camino se vuelve adulto: sabe que me pertenece. Devoro sus dificultades, sus triunfos, sus fracasos, sus amores, sus decepciones, sus placeres, sus dolores, sus padres, sus hijos, su orgullo, sus ilusiones, su riqueza, lo devoro todo. Mi voracidad no tiene límite, devoro incluso a los dioses. Pero con el último, con el auténtico, una vez disueltas las máscaras en mis entrañas, me rompo los dientes. En su indescriptible misterio, en su presencia ausente, en su ausencia presente, me mato a mí misma… Cuando la totalidad de la materia pasa por mi garganta sin fondo y las cosas dejan de aparecer, me veo obligada a esfumarme.
Gracias a mí, todo se convierte en polvo y todo se hunde. Pero no pienso que sea una tragedia. Hago de la destrucción un proceso de extremo esplendor. Espero que la vida se manifieste hasta alcanzar su mayor belleza, y aparezco entonces para eliminarla con la misma belleza. Cuando llega al límite de su crecimiento, empiezo a destruirla con el mismo amor que se empleó en construirla. ¡Qué alegría! ¡Qué alegría inconmensurable! Mi destrucción permanente abre la vía a la creación constante. Si no hay fin, no hay comienzo. Estoy al servicio de la eternidad. Para obtenerla, debes aceptarme y debes combatirme al mismo tiempo, porque en el fondo no existo, sólo existe la vida, es decir, el cambio. Si te entregas a la transformación, te conviertes en el amo del momento efímero, porque lo vives en su intensidad infinita.
Por mí nace el deseo en los vientres, en los sexos. El coito sirve para conquistar la eternidad.
Si no tuvieras cuerpo material, yo no existiría. Cuando te conviertes en puro espíritu, desaparezco. Sin materia, dejo de ser. ¡Atrévete, pues, a depositar tus huesos y tu carne en mis fauces! Para triunfar, tienes que darme de ti todo aquello que, en realidad, siempre ha sido mío. Tus ideas, tus sentimientos, tus deseos y tus necesidades, todo eso me pertenece. Si quieres conservar algo, por ínfimo que sea, tú que no eres nada ni posees nada, lo perderás. Perderás la Eternidad.
¡Sé fuerte! ¡Vive junto a mí! Quien camina conmigo transforma a sus hijos, a sus amigos, su patria, su mundo. Identificándote con tu consciencia, me tendrás miedo. Sacrificando tu consciencia, cediéndome la última de tus ilusiones -esa mirada que todo lo quiere y cree ver sin ser nada-, me vencerás. Compréndelo: en mi extrema negrura, soy el ojo de ese impensable que podrías llamar Dios. También soy Su voluntad. Gracias a mí, vuelves a Él. Soy la puerta divina: quien entra en mi territorio es un sabio, y quien no puede cruzar mi umbral conscientemente es un niño miedoso acorazado en sus detritos. En mí hay que entrar puro: deshazte de todo, deshazte incluso del desasimiento, aniquílate. Cuando desaparezcas, aparecerá Dios.
¿Quieres fuerza? Aceptándome serás el más fuerte. ¿Quieres sabiduría? Aceptándome serás el más sabio. ¿Quieres valentía? Aceptándome serás el más valiente. ¡Dime qué quieres! Si te conviertes en mi amante, te lo daré. Cuando sientes que formo parte de tu cuerpo, transformo la concepción que tienes de ti mismo, te vuelvo muerto en vida y te confiero la mirada pura de los muertos: dos agujeros sin sujeción por los cuales sólo mira Dios. El instante es entonces terrible, todo se transforma en espejo, y te ves en cada ser, en cada forma, en cada proceso. Lo que llamas «la vida» se torna danza de ilusiones. No hay diferencia entre la materia y el sueño.
No tiembles, no temas, ¡alégrate! La vida, aunque irreal y efímera, revela su mayor belleza. Dándome tu mirada comprenderás por fin que es un milagro estar vivo. Tu ser divino e impersonal no puedo devorarlo. Sólo engullo los egos. Todos tienen sabores distintos, a cada cual más fétido y amargo. Cuando se capta mi omnipresencia, puede decirse que empieza la labor llamada iniciación. Esta dura hasta que comprendas que no soy de ti, sino que soy tú.
No me gusta que se me encuentre antes de hora. Deseo que se me llame en el momento preciso en que se entiende quién soy. Si se me precipita suicidándose, no aporto sabiduría ninguna, pues se me disfraza de vulgar destrucción. No soy una desgracia absurda, tengo un significado profundo, soy la gran Iniciadora, la Maestra impalpable oculta bajo la materia. Cuando se me solicita de manera insensata me enfurezco, se me hace actuar contra mi voluntad. Sólo los que llegan a mí con plena consciencia me proporcionan el gozo supremo. Pero la mayoría de los seres, ignorantes, vienen a mí a través de la guerra, el crimen, el vicio, la enfermedad, las catástrofes. Raros son los que alcanzan ese estado de consciencia pura en que me convierto en el apogeo de la realización. Ésos siempre me reconocen, mientras que a los demás los sorprendo. El que se resigna, comprende y acepta ser mi presa, vive con facilidad, libertad y alegría, confiado frente a las agresiones, sin pesadillas, realizando sus deseos: perdiendo la esperanza, se pierde también el miedo.
No me tiendas la mano, pues la pudriría inmediatamente. Ofréceme tu consciencia. ¡Desaparece en mí para ser por fin la totalidad!»
Aníbal Morales Rivera

Explorador, investigador y practicante desde hace más de 18 años de una vía de trabajo que integra el autoconocimiento, el emprendimiento y la innovación social. Soy ingeniero, máster en educación, emprendedor y apasionado por el crecimiento personal y la innovación.